martes, 23 de abril de 2013

FELICIDAD...

“[…] es saber que mis sueños ya tienen dueño; […] es vivir el cariño como los niños, la felicidad”

¿Alguien sabe qué es realmente la felicidad? No, mejor: ¿alguien se lo ha planteado alguna vez? No sé si yo alguna vez lo hubiera intentado definir si no hubiera sido por este trabajo, pero, bueno, habrá que intentarlo.

Sinceramente, no creo que exista una felicidad predeterminada para todos, ya sabéis: “para gustos, los colores”. Supongo que cada cual es feliz con distintas cosas, muchos dicen que serían felices si les tocara la lotería… Muy poco materialistas, ellos. Sí, el dinero ayuda, ¿no? Pero yo destacaría otros aspectos que me parecen más esenciales que ganar x euros, los cuales son: familia, amigos, amor y el conseguir las metas que uno se proponga en la vida (sobreentendiéndose la necesidad de ciertos recursos, víveres, salud,… y demás cosas que me pareció comprensible obviar).

Siguiendo estos cuatro aspectos, no os voy a decir cuán feliz soy porque tampoco os interesa, sino que intentaré argumentar por qué considero ésta mi felicidad verdadera.

Vale, pequeños consumistas, imaginemos que os toca la lotería: “¡oh, sí! ¡Qué feliz soy, he ganado muchos millones de euros, soy asquerosamente rico! Voy a comprarme un coche, una moto, una casa, un perro, dos, tres, cuatro, un yate, un jet, un campo de fútbol y -quizá me haya ido ya del presupuesto- la granja de Pin y Pon”. Hasta aquí todos vosotros felices de la vida. Venga, sonreíd, que tenéis un yate.

Tras esto, imaginad que os encontráis solos, que no tenéis con quien compartir todo esto, y pensáis que así mejor, que lo vuestro es sólo vuestro, y ya. Y aun pensando esto, la soledad llega. De un momento a otro, añoraréis incluso al típico vecino molesto que en cualquier residencia se puede hallar.

Ahora imaginad que tenéis unos años más,  que os habéis independizado y tenéis casa propia, trabajo, hipoteca a largo plazo e ilusión. Ahora imaginad que os han echado del trabajo, que la casa tiene desperfectos, que la hipoteca os inunda y que, por tanto, la ilusión ha decidido marcharse por donde ha venido. ¿Qué hacéis? ¿Créditos? ¿Queréis un crédito? No, no, el banco no os va a ayudar. ¿Qué hacéis? ¿Qué haríais sin vuestra familia, sin vuestros amigos, sin vuestro amor? Porque se supone que ellos estarán ahí para los problemas que os surjan, para echaros una mano como buenos aspectos que forman parte de vuestra felicidad.

Y, sí, quedan las metas cumplidas. Pienso que una de vuestras metas debería ser trabajar en aquello que os satisfaga, ¿no? Así que, si se cumple, ¡poof!, “lotería”. Quizá no tanto dinero, pero mientras os haga felices…

Y bien, ahora, ¿existe una felicidad falsa? Sí, probablemente. Aquí van mis ejemplos: la gente puede ser muy mala, los “amigos” pueden serlo. ¿Y si fueras tras tus amigos una y otra y otra y otra y otra y otra vez, creyendo que eres feliz con ellos, mientras sólo te utilizan como a un pelele más? Ahí la felicidad es falsa, porque te hacen daño, pero te da igual. Te da igual porque no te das cuenta. O sí, o sí te das cuenta pero haces caso omiso al pensar que sin ellos estarás peor… Craso error.

Segundo -y abundante- ejemplo: las relaciones malsanas. Estar con alguien que no te hace bien, que se aprovecha de ti, que se ríe de tu desgracia (de esa desgracia que esa persona en sí ha provocado) y a quien tanto quieres es una relación malsana. Totalmente. Y es que sólo te consideras feliz por estar con la persona a la que realmente amas -o crees amar, claro que todo esto de cuándo se quiere/ama a alguien o no es relativo-. Pero, no, no lo eres. Viviendo humillado no considero posible el poder vivir feliz.

Y, finalmente, hablemos de la felicidad perfecta… No hay. Fin. Sí, sí, no hay. El mundo está mal hecho, no es perfecto, vamos, seguramente no lo sea. Nada es perfecto. Entonces, ¿por qué la felicidad lo iba a ser? ILUSOS.

Hala, a intentar ser felices. Suerte.